domingo, 17 de febrero de 2013

Embargo por sorpresa.

Quizás es que todo fue un poco por adelantado. Olvidé totalmente el papeleo y pasé a lo que más me importaba: nuestros besos, nuestras caricias... A mi me llenaron la cabeza de pájaros que solo querían un poco más de dinero, o en este caso, un poco más de necesidad de ti en mi. Yo aproveché todas las ofertas que conllevaría tenerte; el ahorro de buscar sentido a la vida, la rápidez de una sonrisa, la esperanza de un mañana sin prisa, y el almohadón tan reconfortable que esto en mi suponía. No me dijeron hora de llegada, ni hora de ida. Fue repentino, cómo todo embargo, supongo... Y por más hojas de reclamaciones que puse, el recostarme en tu hombro en una mañana de Enero, no volvía. Y es que el calor en algún momento se enfría, y no hace falta moverse millones de kilómetros para sentir el frío del Norte, nosotros también tenemos el corazón dentro de un frigorífico, al que se le puede bajar la temperatura grados bajo cero.